La silla

Ella quería tener una silla en el cuarto

-un cuarto muy pequeño-

por si venían visitantes.

También quería tener algunos caramelos

para invitar, por si venían niños.

Siempre debía haber flores

también, para alegrar el cuarto.

Después de alisar el doblez de la sábana

todo quedaba pronto.


A los que se sentaron en la silla

se los puede contar con dedos de una mano

y sobran dedos.

Sin embargo ella hablaba de variados amigos

que vendrían tal vez a visitarla

aunque vivían lejos.

También guardaba un postre o un refresco

por si alguien, de improviso, llegaba.


Collar collage, artesanía propia.
 

Ah, pero la silla

la silla aquella no quiere ahora emparejarse

con las otras.

Espera -y no al vacío que borró todo el cuarto-

sino algunas palabras, un saludo,

una conversación trivial, casi la misma siempre

sobre aquellas amigas

que vendrían.


Circe Maia

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